- Piensa en el gran valor que él te da, piensa en lo que fue capaz de hacer por ti, piensa en lo que aún hará, y todo esto porque te ama.
- Míralo dejando el cielo, míralo naciendo en un establo, míralo anunciado por ángeles, agasajado y adorado por pastores y reyes.
- Míralo fatigado en el polvoriento camino, míralo sanando enfermos, resucitando muertos, caminando sobre el mar.
- Míralo humillado, cumpliendo paso a paso su gran misión redentora. Ve como lo calumnian, lo aborrecen, azotan y escupen. Míralo coronado con espinas, míralo clavado en la cruz del Calvario.
- Óyele pidiendo al Padre perdón para quienes le hicieron tanto daño; escúchale ofreciendo el paraíso al ladrón clavado a su lado. Velo agonizar, y antes de morir decirle a su Padre: “Misión cumplida. En tus manos encomiendo mi espíritu”.
- Velo tres días después, ya resucitado, en el camino de Emaús recordando las Escrituras a sus discípulos. Míralo ascender al cielo ante la mirada atónita de sus seguidores.

- Míralo hoy sentado en su trono de gloria, a la mano derecha del Padre, ejerciendo como tu abogado defensor. Imagínatelo viniendo con poder y gloria a raptarte.
- Mírate a su lado, con millones de hermanos vestidos de blanco y palmas en las manos, celebrando las bodas del Cordero, y entonando un nuevo canto de felicidad indescriptible en los salones de oro transparente de la Jerusalén celestial (Apocalipsis 19:6-8).
- Imagínate allí, en el palacio real del universo, y ve a tu Señor Jesús radiante en luz magnífica, alumbrando todo y a todos, con cientos de millones de preciosos ángeles.
- Póstrate a sus pies y adórale, porque él es tu Señor y salvador Jesucristo, que pagó con su vida por tus pecados, te ha perdonado y te dio vida eterna, que te amó, te ama y te amará siempre.
R.